SALIR CON LA MISA A CUESTAS

RECORDANDO UN FLASH MARIANO

¿PELIGRA EL CULTO A LA VIRGENCITA?

LITURGIA DEL DÍA

Lecturas diarias

martes, 4 de diciembre de 2012

PADRECITO...¿EL ÁRBOL DE NAVIDAD ES LITÚRGICO?



Ante la pregunta de este FLASH LITÚRGICO QUINCENAL detalla esto querido lector: La respuesta es tan clara como decirte que Sí y que No. Sí, en cuanto que en el nuevo bendicional (De Benedictionibus,1984; capítulo XXXIV) el árbol de navidad es un objeto formal de bendición y en las praenotandas se nos dice, palabras más, palabras menos, que la costumbre del árbol adornado en los hogares cristianos durante las fiestas navideñas, es recomendable, pues puede recordarnos que Cristo nacido en Belén es el verdadero Árbol de la vida; el árbol iluminado recuerda a Cristo Luz del mundo y además, dicha bendición la hará el papá o la mamá junto a toda la familia al iniciar la navidad. Luego, el texto de la bendición es bellísimo, entre otras cosas dirá: “…Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol vivir a la luz de los ejemplos de la vida santa de tu Hijo…”
 Así pues, el árbol de Navidad representa ese árbol que nace y que con el tiempo madurará en un gran árbol del cual saldrá la cruz que tal como nos recuerda la liturgia del Viernes Santo: “Cruz amable y redentora, árbol noble y espléndido, ningún árbol fue tan rico ni en frutos ni en flor”.  Podemos decir que de alguna manera el árbol de Navidad nos recuerda la redención. Las luces representan la luz de Cristo en nuestra vida y la estrella que en algunas ocasiones se coloca en la punta representa a la estrella de Belén que anuncia la redención a la humanidad.  Así mismo, se asocia al árbol de Navidad con el árbol de la vida, que lucía en medio en medio del Jardín del Edén y después de la caída desaparece; la fruta y las decoraciones nos recuerdan las gracias y dones que el hombre tenía cuando vivía en el Paraíso en completa amistad Dios. Por el nacimiento de Cristo, los hombres renacen y tienen acceso a la plenitud de la vida. El árbol de Navidad representa el haber recobrado dichos dones gracias al sacrificio de Jesucristo.
 La respuesta del No, está motivada por el origen “extra-cristiano”, si me permiten el término, ya que una antigua creencia germana decía que un árbol gigantesco sostenía el mundo y que en sus ramas estaban sostenidas las estrellas, la luna y el sol. (Explica la costumbre de poner a los árboles luces). Era también símbolo de la vida, por no perder en invierno su verde follaje cuando casi toda la naturaleza parece muerta. En algunas casas en los países nórdicos durante el invierto se cortaban algunas ramas y se le decoraba con pan, fruta y adornos brillantes para alegrar la vida de los habitantes de la casa mientras transcurría el invierno.
 En fin, los árboles tienen un significado muy especial, sea antropológico, místico y poético en todas las culturas. Se le tiene cierta reverencia por los beneficios que aporta al hombre. Para algunas culturas el árbol tiene un significado místico ya que representa el medio la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo; por eso en muchas religiones, sobre todo en las orientales, el árbol es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre.
Para este tiempo de navidad, los datos que te presento en este flash, ayuden a iluminar su significado para los cristianos y su valoración para las familias que quieren celebrar con signos visibles el acontecimiento tan maravilloso de un Dios hecho hombre. Celebremos la liturgia familiar y eclesial con toda reverencia en torno a estos signos que nos hablan de alegría y salvación.

                                                                            ¡No te pierdas el próximo flash… es una nota!

jueves, 15 de noviembre de 2012

¿CASULLA SÓLO PARA ALGUNOS?


FLASH LITURGICO QUINCENAL
¿CASULLA SÓLO PARA ALGUNOS?


No es raro observar en algunas concelebraciones que, sólo algu­nos presbíteros están revestidos con la casulla, es decir, el orna­mento que se prescribe para celebrar la Eucaristía, mien­tras que otros -normalmente la mayoría- van únicamente con la estola sobre el alba.

¿Qué decir de esta praxis? Pues, así, de entrada, que nos parece muy mal, porque no recoge el sentir de los libros litúr­gicos vigentes, introduciendo distinciones en el santuario de la iglesia -el presbiterio- que son ajenas al ser sacramental de la acción sagrada.

Lo que prescribe la Institutio del Misal  (IGMR 2002) es muy claro: «Los concelebrantes... se revis­ten de los mismos ornamentos que suelen llevar cuando cele­bran individualmente» (núm. 209) y, acto seguido, afirma el texto que, cuando hay un justo motivo, como por ejemplo un gran número de concelebrantes o falta de ornamentos, los concelebrantes, «a excepción siempre del celebrante principal, pueden suprimir la casulla, lle­vando solamente la estola sobre el alba».

A esta afirmación remite la Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), aña­diendo dos detalles interesantes: que cuando esta necesidad se pueda prever, «en cuanto sea posible, provéase», y que «los concelebrantes, a excepción del celebrante principal, pueden también llevar la casulla de color blanco, en caso de necesidad» (núm. 124).

Se ve claro que los textos quie­ren salvaguardar la armonía del signo, de tal forma que, si todos los concelebrantes pueden reves­tirse completamente, lo hagan, y en caso contrario, que sólo vista la casulla el celebrante principal.

¡Ojo! En ningún momento se dice que todos los concelebrantes se pongan casulla hasta «el final de existencias», y que los demás vayan sin ella. Tampoco afirman los libros litúrgicos que algu­nos presbíteros, por razón de sus cargos diocesanos -u otras distinciones- lleven casulla. No lo dicen, porque en una asam­blea litúrgica no hay cargos que valgan, sino realidades sacra­mentales, y son éstas las sig­nificadas: obispo, presbítero, diácono, lector, acólito... Antes y después de la misa, un presbí­tero puede ser reconocido como Vicario general, por ejemplo, o como Delegado diocesano, pero durante la acción litúrgica no; allí es un presbítero, ni más ni menos, igual en sacramentalidad
a los demás presbíteros herma­nos suyos, aún el ordenado la semana pasada, sin diferencia. Y esto no puede hipotecarse convir­tiendo los ornamentos sagrados en «distinciones honoríficas».

Ya dijo la Constitución Sacrosanctum Concilium (¿se acuer­dan de ella, verdad?) que, «fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del orden sagrado... no se hará acepción alguna de personas o de clases sociales» (núm. 32) en las accio­nes litúrgicas. (Regla de oro).

Pues, esta voluntad del Concilio no sólo vale para la nave de las iglesias, sino también para sus presbiterios. ¡Parece que a veces más nos cuesta lo fácil.

                                                                           No te pierdas el próximo flash....¡es una nota!



miércoles, 31 de octubre de 2012

PADRE...¡ME TRAGUÉ UNA ESCOBA!


FLASH LITÚRGICO QUINCENALPADRE… ¡ME TRAGUÉ UNA ESCOBA!

No mijo… NO lo escuché en confesión sino que siguiendo las pautas del apreciado director del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona, el P. Jaume González Padros (JGP) y con lápiz y tijeras en mano ante su nota en la Revista Liturgia y Espiritualidad,  presento este flash a manera de reflexión para los cristianos celebrantes que antes de salir de casa, se tragan el palo de la escoba, para estar en misa más tiesos que tal  escoba.

A esos tales, les invitamos a que dejen más suelto su cuerpo y verán cómo, sin darse ni cuenta, empezarán a alabar a Dios, a orar, y harán experiencia más completa de la celebración litúrgica. No piensen que hacemos defensa del "muévase pues" en las celebraciones, solamente,  ni más ni menos, queremos comunicar lo que los libros litúrgicos de nuestra Sacra Liturgia romana nos enseñan.

Porque en misa, como en los otros actos litúrgicos, también el cuerpo ora: levantarse, sentarse, arrodillarse, caminar, inclinarse profundamente, inclinar la cabeza, levantar la mirada, alzar los brazos, imponer las manos, entre otros gestos, tienen su importancia. Sin toda esta liturgia del gesto, la ritualidad desaparece, y se desactiva su valiosa espiritualidad hacia el individuo y la comunidad.

Nos dice la  Institutio Generalis del misal (2002) en el numeral 42: “El gesto y la postura corporal, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben contribuir a que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble sencillez, de manera que pueda percibirse el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y se favorezca la participación de todos”. O sea que, sin la implicación del cuerpo, la acción litúrgica se presenta, ante los participantes, como disminuida, y no resplandece su verdadero y pleno significado.

Por otra parte, si estamos pendientes de inclinar la cabeza cuando aparecen citadas juntas las tres personas divinas, los nombres de Jesús, María, o del santo en su fiesta (IGMR 275), si los ministros inclinamos el cuerpo en los demás momentos señalados, si nos arrodillamos en la consagración, o hacemos una profunda y adorante inclinación en el caso que no podamos arrodillarnos (43), si dejamos, pues, que ore nuestro cuerpo, estaremos en una tensión bellísima durante la celebración, donde cada gesto, cada palabra, serán preciosos, como lo son los de aquellos que se aman.

Si dejamos que ore también nuestro cuerpo, el demonio de la rutina lo tendrá más difícil para despistarnos y llevarnos,  in mente et in corde, lejos del santuario (léase para nosotros “lejos del seminario”) la situación será evidentemente muy distinta a ir a misa con la escoba adentro.

Conviene, pues, a todos, clérigos y laicos, dar un repasito a los números 42-44 y 273-277 de la  Institutio del misal. ¡Como mínimo!.  Leer estos textos y poner por obra lo que dicen hará posible y real la invitación del sacerdote al entrar en la gran plegaria: “levantemos el corazón” (“sursum corda”). Entonces sí que la oración será oración. O, ¿es que aún no te lo crees?                                                         
      
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lunes, 22 de octubre de 2012

''LA LITURGIA ES DE DIOS Y NO DE LOS HOMBRES''


''LA LITURGIA ES DE DIOS Y NO DE LOS HOMBRES''




Afirmó el subsecretario de la Congregación para el Culto Divino, monseñor Juan Miguel Ferrer

LA PLATA, lunes 22 octubre 2012 (ZENIT.org).- El subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, monseñor Juan Miguel Ferrer Grenesche, de visita en el Seminario Mayor San José de La Plata, Argentina, con el marco de los noventa años de su creación, hizo un encendido llamado a cuidar la Liturgia, “que es de Dios, y no de los hombres”. Una “liturgia manufacturada no vale para nada, porque es cosa nuestra. Podrá ser muy bonita y divertida pero no es de Dios. Y ‘sin mí, no podéis hacer nada’, nos recuerda el Señor”.
Monseñor Ferrer --informa a ZENIT el Seminario Mayor de San José de La Plata en crónica enviada este 17 de octubre- llegó al Seminario acompañado por religiosas del Instituto Mater Dei, fundado en San Luis, por la madre María Jesús Becerra, con el apoyo del entonces obispo diocesano Juan Rodolfo Laise. Y fue recibido por el rector, padre Gabriel Delgado, los superiores de la casa; personal directivo y docentes, y por el casi centenar de seminaristas de todo el país, que allí se forman. Con posterioridad a su exposición, presidió la Santa Misa; y luego compartió el almuerzo fraterno, al que se sumó el obispo auxiliar de La Plata Nicolás Baísi, a cargo temporalmente de la Archidiócesis, por la participación de monseñor Héctor Aguer, en el sínodo sobre la Nueva Evangelización, que tiene lugar en Roma (ver: http://www.zenit.org/article-43300?l=spanish.
La formación litúrgica en el Seminario
El funcionario vaticano, quien fuera otro tiempo rector del Seminario Mayor de Toledo, en España, alentó a los formadores y seminaristas a vivir apasionadamente la formación litúrgica en el seminario, “que es la tarea más hermosa. Pues aquí, en gran medida, se juega el futuro de la Iglesia. Recuerden siempre lo que les pide el papa, queridos seminaristas: lo más importante es la relación personal con Dios, en Jesucristo. ¡Hacen falta mártires; testigos auténticos del amor de Dios!”.
Añadió, al respecto, que “hoy tenemos retos semejantes en distintos países del mundo. La globalización trajo legislaciones que se difunden en las diferentes naciones; y que atentan contra los fundamentos mismos de la civilización. Apuntan a la secularización y laicización de la sociedad. Y hay grupos bien interesados en destruir lo que se oponga a ello. Por ello, ven a la Iglesia como un peligro para su plan de dominación. Porque no busca acuerdos, a medio camino, entre la verdad y la mentira”.
Exhortó, entonces, “a no convertirnos en llorones; y a no quedarnos al borde del camino para lamentarnos. Debemos retomar intensamente nuestra identidad, y la conversión interior; la vocación a la santidad y a la misión. Allí apunta la Nueva Evangelización”.
Aclaró, en este sentido, que “como bien nos lo enseña el Santo Padre, tenemos tres vías de evangelización: la ordinaria, en nuestras comunidades, con los fieles que están en la Iglesia; la misionera, allí donde no se conoce a Cristo, y la Nueva Evangelización, para todos aquellos que se alejaron o no viven, con intensidad, su práctica cristiana”.
Remarcó, igualmente, que “durante toda su vida como teólogo, con anterioridad a su elección como Sumo Pontífice, el Papa nos enseñó la centralidad de Dios en la liturgia. Y hoy nos insiste con su ejemplo de liturgo, en la actitud ante la liturgia. Es, principalmente, su modo de celebrar el que demuestra la centralidad de la liturgia en la vida de la Iglesia”.
Por ello, enfatizó, “celebrar los sagrados misterios es lo más importante en la vida de cualquier sacerdote, obispo y el propio Papa. Y, además, la forma en que el Santo Padre celebra se constituye en el modelo perfecto para toda la Iglesia”
La liturgia no es teatro ni adorno”
En esa línea argumental aclaró que “en la liturgia el protagonismo no está en el sacerdote, aunque sea el papa. El centro no es el papa; el centro es Dios. No se va ‘a ver al papa’, sino al encuentro con el Señor, junto al papa”
Ejemplificó, en consecuencia, que “la liturgia no es ni teatro ni un adorno a la acción pastoral. Es escuela de vida cristiana; es la cristificación de nuestra vida; es volvernos hacia Dios. Por eso es responsabilidad de los pastores del pueblo de Dios, como parte de su oficio de amor, cuidar de ella. Y eso comienza aquí, en el seminario”.
Tras recordar varios documentos del Magisterio de la Iglesia, como la constitución Sacrosanctum Concilium, del Vaticano II; La formación litúrgica en el Seminario, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y La formación espiritual en los Seminarios, de la Congregación para la Educación Católica, enfatizó que “la liturgia es escuela de fe y de vida cristiana, y debe impregnar toda la vida del seminario. En ella convergen el Magisterio, la Biblia y los Sacramentos. Por eso, ya desde el seminario, hay que vivir lo que la Iglesia nos pide el día de nuestra ordenación: 'Imita lo que tratas. Y configura tu vida con el misterio de la Cruz del Señor'”.
Mutuo enriquecimiento de formas del rito romano
Como conclusión, monseñor Ferrer exhortó a los seminaristas a fijarse en el modo en que celebraban la liturgia santos como san Juan, san Gregorio Magno, san Martín de Tours, san Felipe Neri, el Santo Cura de Ars (san Juan María Vianney), san Pío de Pietrelcina y san Josemaría Escrivá de Balaguer. “Todos ellos, y tantos otros, --subrayó- son muy buenos modelos a imitar”.
Al final, varios seminaristas le hicieron diferentes preguntas. Y, ante una consulta, destacó que “debe evitarse la improvisación. Frente a una duda, consultar siempre con el que más sabe. Y, obviamente, con el obispo”.
Igualmente se le preguntó sobre expresiones de uno de los ceremonieros del santo padre, monseñor Guido Marini. Y sostuvo que “es probable que vayan llegando normas sobre un mutuo enriquecimiento entre ambas formas del rito romano, la ordinaria y la extraordinaria”.

lunes, 15 de octubre de 2012

"EL CURA HONRADO... LEE TAMBIÉN LO COLORADO"


FLASH LITÚRGICO QUINCENAL.

“EL CURA HONRADO… LEE TAMBIÉN LO COLORADO”.




Por este tiempo de los anhelados “exámenes de misa” como le llaman los alumnos del último grado seminarístico, o de arduo estudio de los diversos rituales para los alumnos de tercer año del teologado; es bueno repetir el título para toda la comunidad. ¡Cuántos colorados en esos textos!, esperemos que no estén en las calificaciones de los exámenes finales.

Nos referimos pues a “las rúbricas”, o recomendaciones que los libros litúrgicos ponen en letra roja, en contraposición a lo que está en letra negra, que son los textos a proclamar. (Las hemos llamado en clase coloquialmente “négridas”).

No tratamos en este flash de fomentar un nuevo “rubricismo”, con un cuidado angustioso para respetar hasta los mínimos detalles de esta letra roja. Pero sí de aceptar lo que en ellas hay de invitación a una actitud exterior e interior, a un talante celebrativo que toca sobre todo al que preside la celebración.

Así, cuando el Misal, en letra roja, le dice al sacerdote que en la aspersión dominical, al inicio de la Misa, primero “se rocía a sí mismo”, le está diciendo que él es el primero que debe recordar que es bautizado y a la vez necesitado de purificación. Luego ya hará el gesto para con los demás

Esta “letra colorada le señala al sacerdote con qué voz –clara y alta- debe decir las oraciones presidenciales, porque las dice en nombre de toda la comunidad. También que otras las debe decir “en secreto” (no dice que en voz baja, tan difícil ahora con potentes micrófonos) porque las dice en nombre sólo personal.

Nos recuerda además el P. José Aldazábal que tan inconveniente sería una esclavitud escrupulosa a la letra roja como su descuido. Porque no está pensada para frenar y poner cortapisas al celebrante, sino al contrario: para irle indicando cuáles son las actitudes que mejor le ayudarán a él –y a los demás- a celebrar mejor.   

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miércoles, 3 de octubre de 2012

LITURGIA EN LA MISIÓN: ¿PEREZA O IMPRUDENCIA?


FLASH LITÚRGICO QUINCENAL 

LITURGIA EN LA MISIÓN:
¿PEREZA O IMPRUDENCIA? 



Este flash tiene más de desahogo existencial que de doctrina litúrgica en este mes de las misiones y está motivado por la experiencia de algún grupo misionero de nuestra institución (SNCS) que experimentó muy de cerca el estrecho y peligroso camino de los abusos litúrgicos cuando alguien quiso ejercer la presidencia en aquella comunidad.  El título es para entenderlo en lo práctico.

Así pues, en la única encíclica sobre la Sacra Liturgia (Mediator Dei en 1947) el Papa Pío XII describió dos clases de personas ante la celebración: los que no quieren cambiar nada en la liturgia…por pereza, y los que lo quieren cambiar todo… por imprudencia.

Generalmente cuando estamos fuera del ambiente seminarístico, dígase en experiencia misionera o simplemente de paisanos en nuestros pueblos, constatamos que siguen existiendo los dos grupos. Algunos es que ni se han dado cuenta de que los libros litúrgicos, cuya finalidad es el bien pastoral de la comunidad que se preside, invitan a un sano pluralismo, a una adaptación sabia, a un margen de creatividad. Otros no han sabido ver las líneas teológicas y pastorales de los nuevos libros posconciliares, y se saltan alegremente sus normas, inventan la liturgia como Julio Verne sus aventuras, en aras dizque de una pedagogía, ¡muy mal entendida por cierto!.

Los segundos, esos maestros de la imprudencia, es verdad, parecen más escandalosos, sobre todo cuando tocan valores centrales como la Palabra de Dios o la estructura incluso teológica de la celebración de la fe del pueblo de Dios; algunos se creen compositores del siglo V cuando el Espíritu mismo iluminó cómo elaborar la prex eucarística. Estos tales rechazan la sublime escultura literaria con la que la Iglesia ha orado por veinte siglos y la remplazan por sus palabras improvisadas y baladíes.

Pero igual daño hacen los primeros, por su poca creatividad; aquellos que sólo se aprendieron la tabla del dos en las fórmulas litúrgicas que se pueden ir variando para la comunidad, esto es: la misma plegaria, la misma respuesta, el mismo canto y la misma cantaleta… más cuadriculados que el cuaderno de matemáticas de mi estudio primario. 

Será bueno recordar las palabras de Pío XII a los dos: “No crean, sin embargo, los inertes y tibios que cuentan con nuestro asenso porque reprendemos a los que yerran y ponemos freno a los audaces; ni los imprudentes se tengan por alabados cuando corregimos a los negligentes y a los perezosos



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miércoles, 12 de septiembre de 2012

PARROQUIAS CON UN COMITÉ QUE PRESIDE.


FLASH LITÚRGICO QUINCENAL
¿TENEMOS EN LAS CELEBRACIONES UN COMITÉ PRESIDENCIAL?



Hace no muchos días visitando una parroquia “moderna” de nuestra querida diócesis me encontré que la distribución del mobiliario del presbiterio estaba pensado para una misa tridentina de hace 80 años… (con todo respeto) pero siempre me dio la impresión de que las notas del Concilio Vaticano II no han entrado aún a estos sitios remodelados por sacerdotes nuevos pero de la vieja guardia con respecto a la Sede presidencial.

Me explico. Los asientos de antes del Vaticano II eran una concesión a la debilidad humana. Un triple sentadero-descansadero para el sacerdote, el diácono y el subdiácono u otros dos servidores acólitos mientras pasaba el canto del Gloria o del Credo o mientras se escuchaba al predicador traído para las fiestas mayores.  Así las cosas, la Sede no era un lugar para la acción litúrgica pues ésta sucedía casi toda en el Altar.

Pero sucedió que el Misal de Pablo VI volvió a establecer la sede presidencial como lugar desde el que normalmente el sacerdote que preside dirige ciertas partes de la celebración. Palabras más, palabras menos: se rescató el carácter simbólico de la sede y el papel del sacerdote que la usa. Por ello hay que poner cuidado para que no se oscurezca inadvertidamente el alto poder de este símbolo litúrgico.

Para que no nos equivoquemos, vamos a la Tertia Editio de la Institutio Generalis que dice: “El asiento del diácono se sitúa cerca de la sede del celebrante” (310). Pero cuando se refiere a los acólitos y otros ayudantes, dice que sus asientos deben estar en el presbiterio, (188) y ser distintos de los del clero, y “desde los que puedan ejercer fácilmente su ministerio (189.310). Orientaciones parecidas encontraremos en el Ceremonial de los Obispos.

Por lo tanto, teniendo en cuenta el carácter simbólico y pedagógico de la Sacra liturgia hemos de resaltar con la distribución de muebles que: Sólo hay un presidente de la comunidad, que ayuda a estar guiando su oración; además que es asistido por el diácono y que por la función coordinada que tienen estas dos personas, se sientan apropiadamente en asientos especiales y visibles a todos.

En lo que respecta a otras personas (acólitos, lectores, ministros de la comunión, y mucho más aún…los monaguillos) se sigue que estos otros ministros deberían tener sus asientos aparte de la sede presidencial, de modo que puedan moverse con facilidad y discreción para realizar sus varios ministerios en torno a la sede, el ambón o el altar.

Así las cosas, me estarás preguntando, apreciado lector, por el puesto de los padres concelebrantes. Pues bien, aunque los antiguos documentos sugerían que éstos se sentaban rodeando al obispo presidente, hoy en día esta disposición podría dar una imagen confusa al pueblo de Dios puesto que cuando los concelebrantes tienen sus asientos en una sola línea, todos mirando a la comunidad y llevan las mismas vestiduras sagradas, uno recibe la imagen de un comité que guía la celebración más que la presidencia de uno solo acompañado por otros sacerdotes.  He ahí la importancia de una sede destacada y bien entendida por los padrecitos “remodeladores de templos” ó “distribuidores de los ministros”


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lunes, 3 de septiembre de 2012

¿PUEDEN LOS LAICOS PRESIDIR ALGUNA BENDICIÓN?



¿PUEDEN LOS LAICOS PRESIDIR ALGUNA BENDICIÓN? 



Es una larga tradición que todos los cristianos puedan -y según cuándo, deban- pronunciar bendiciones: oraciones de alabanza y acción de gracias a Dios por los beneficios recibidos o plegarias pidiendo la ayuda especial de Dios por otra persona. A veces olvidamos que la oración de acción de gracias antes de las comidas es una verdadera bendición a Dios y, por tanto, bendición de los dones de alimento que él nos da, sea un obispo o un niño quien pronuncia esa oración.

La tradición sugiere también que, como regla, cuando los que dirigen la oración comunitaria están presentes —obispos, presbíteros o diáconos—, el oficio de presidir determinadas bendiciones les debe ser asignado a ellos (cf. Bendicional 18). Esta norma no contradice la posibilidad de que un laico pueda dirigir la celebración de una bendición, pero sugiere una cierta jerarquía en la elección del que preside cuando la comunidad se reúne para la oración.

La SC menciona específicamente la posibilidad de que un laico pueda ser autorizado a presidir las bendiciones y otros sacramentales (cf. SC 79). Uno de los primeros Rituales renovados en incorporar una plegaria de bendición dicha por un laico es el del Bautismo de párvulos: cuando un catequista bendice el agua si tiene que presidir el bautizo de un niño.

Muchos de los ritos que hay en el Bendicional mencionan específicamente la posibilidad de que los dirijan personas laicas, por ejemplo cuando se bendice a los hijos. La introducción dice: “También otros laicos, hombres y mujeres, por la eficacia del sacerdocio común, del que se han hecho partícipes por el Bautismo y la Confirmación, ya sea en virtud de su propio cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud de un ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una función peculiar en la Iglesia, como los religiosos o los catequistas en algunos lugares -a juicio del Ordinario del lugar, cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en el ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas bendiciones, con el rito y las fórmulas previstos para ellos, según se indica en cada una de las bendiciones” (n. 18).

El que personas laicas puedan dirigir la oración y las bendiciones es una antigua tradición que se había medio olvidado en los siglos recientes por un exagerado énfasis en el ministerio ordenado. El Bendicional y otros libros postconciliares nos ofrecen la oportunidad de catequizar a nuestras comunidades respecto a estas bendiciones, y sobre la conveniencia de que los padres bendigan a sus hijos, que los padrinos y catequistas bendigan a los catecúmenos o dirijan oraciones de bendición y dedicación en otras situaciones.

Esta reflexión sobre el ministro de una bendición debería conducirnos también a entender mejor el sentido que tienen las bendiciones. Las bendiciones nos pueden preparar para una más provechosa recepción, de los sacramentos. Por ejemplo, bendecir y dar gracias a Dios por nuestro pan de cada día nos puede preparar a celebrar mejor la Eucaristía. Orar para que Dios bendiga a alguna persona que está enferma nos puede preparar para celebrar mejor el sacramento de la Unción de los enfermos.

Demasiadas veces en el pasado los objetos bendecidos han adquirido una importancia “cuasi-mágica” como si poseyeran más importancia, por ejemplo, que la celebración de la misma Eucaristía. Las bendiciones nos deberían ayudar siempre a referirnos a Dios y al amor de Dios sobre las personas y sobre la creación material, y a usar las cosas de tal modo que nos ayuden a construir el reino de Dios.

                                                                                             

 Espera el Flash. ¡Es una nota!

domingo, 29 de julio de 2012

¿DEJAR AL SACERDOTE CON LA PALABRA EN LA BOCA?


FLASH LITURGICO QUINCENAL.

¿Dejar al sacerdote con la palabra en la boca?




Este fotógrafo de la realidad quien gusta de elaborar estos flash, ha observado, no pocas veces, que el ministro que sostiene el libro ante el sacerdote durante la acción litúrgica se retira sin esperar que éste acabe la oración, es decir, justo cuando empieza la conclusión Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo..., cosa que significa, ni más ni menos, que el acólito en cuestión se retira, dejando al sacerdote con la pala­bra en la boca.

A veces, la misma actitud del sacerdote alienta esta decisión, ya que al empezar la citada conclusión, como ya la sabe de memoria, aparta los ojos del libro (¡craso error!), lo cual es inter­pretado por el ministro como una invitación a marcharse con la música (léase misal o ritual) a otra parte.

¿Es correcta esta forma de pro­ceder? No. El ministro del libro no debe nunca retirarse antes de que el sacerdote haya acabado totalmente; es decir, se marchará a su lugar después que el obispo o el presbítero hayan pronunciado toda la oración (que incluye su conclusión). Sólo entonces, al escuchar el amén de la asamblea, podrá retirarse.

No es elegante ni educado dejar a alguien con la palabra en la boca, y mucho menos si este "alguien" es quien preside in persona Christi capitis la sagrada liturgia. ¡Vamos, digo yo! Pues esta normatividad no aparece en ningún reglamentario… pero a veces el sentido común de seminaristas interesados en la liturgia aparece como regla.

Ah… estoy cumpliendo en que estos “flash” sean más cortos.
                                                  
                                                       (Con aporte del apreciado P. Jaume González, actual director del ISLB)
                                          
No te pierdas el próximo flash… ¡Es una nota! para mediados de Agosto. 

miércoles, 4 de julio de 2012

¿UN MINISTRO PARA LAS HOJAS DEL MISAL?


FLASH  LITURGICO QUINCENAL

¿Un ministro para las hojas del misal?




No es difícil observar, especial­mente   en   liturgias   presididas por un obispo, que un minis­tro         -suele ser un diácono- se acerque al  altar para llevar a término la dificilísima misión de pasar página del  misal.  Es decir,  algo  que  debería  pasar inadvertido,   ya   que  no   tiene contenido     sacramental     nin­guno,   sino   sólo   práctico,   se convierte en un momento casi solemne:  el  diácono  en  cues­tión, ojo avizor, está atento a la línea que la pupila episcopal va leyendo, para acercarse ni antes ni después, y poder así, en pun­tual gesto, introducir su alar­gado brazo hasta tocar el misal y    habitualmente apartando al «concelebrante-chicle» (dícese del que está pegado como tal al presidente) con un suave y fraterno empujoncito-, cumplir la ímproba misión de girar la hoja del misal.



Así pues, quien participa en la misa, tiene motivos de distrac­ción bien definidos en todo este movimiento, el cual se repite tantas veces como sea necesa­rio. Y el fiel que ve todo esto se pregunta ingenuamente: ¿tendrá artrosis aguda en los dedos el señor obispo o este padrecito que le impida dar la vuelta a una hoja de papel? O sea que la preocupación por la salud del prelado surge inmediata ante esta escena. Y decimos prelado, pero a veces no hace falta serlo para que se pueda observar lo descrito, sino simple presbítero, aún el formador de seminario.



Pero, ¿qué dicen al respecto los libros litúrgicos? Pues bien poca cosa, como es normal, tratándose de algo tan nimio. En la Institutio del misal leemos esta breve indicación en el n. 179: «Durante la Plegaria eucarística, el diácono está en pie junto al sacerdote, un poco retirado detrás de él, para ayudar cuando haga falta en el cáliz o en el misal». Algo parecido leemos en el n. 215, en el apar­tado de la misa concelebrada: «El diácono desempeña su oficio cerca del altar en los momentos de ayudar, si es necesario, con el cáliz y el misal». En este mismo sentido se había expresado ya el Ceremonial de los Obispos, en el n. 153.



O sea que, los textos citados nos hablan de un diácono que está junto al sacerdote -sea obispo o no- para ayudar cuando haga falta, o también, si es necesario, en el cáliz o en el misal. Se trata, pues, de servir cuando realmente se precise. Y por lo que respecta al misal, este momento necesa­rio puede ser cuando haya que encontrar un texto específico, que es posible que el presidente en ese momento no tenga loca­lizado (aunque también tiene tela que un obispo o un presbí­tero no sepan manejar con soltura el misal), pero realmente no parece que la Institutio se refiera al simple pasar hoja como una ayuda necesaria.



Alguno podrá objetar que, haciéndolo así, se evita que el sacerdote tenga que bajar los brazos en la oración, a lo que respondemos que la naturali­dad del rito litúrgico incluye también estos gestos necesarios, y que bajar los brazos alguna vez es, incluso, un alivio para el orante, y no supone más inte­rrupción que el movimiento de una persona al lado del sacer­dote pasando páginas.



Mensaje, pues, para los solíci­tos diáconos de nuestra comunidad y los celosos "cere­monieros" de turno: ninguna rúbrica obliga a pasar las hojas, sino que puede hacerlo tranquilamente quien tiene el misal delante y está presidiendo; es lo más normal del mundo.



¡Que un presbiterio no es el salón de té de la tarde en casa de una distinguida señora sonsoneña!.








martes, 19 de junio de 2012

¿GENUFLEXIÓN SENCILLA O DOBLE?

FLASH LITURGICO QUINCENAL.

¿Genuflexión sencilla o doble?



Ya hace algún tiempo que uno de los amigos "blogueros" me pidió este Flash, y entre una cosa y otra, quedaba sin escribir. Y no por su dificul­tad, ya que no tiene ninguna, porque se trata de una cuestión clara como el agua (como el agua clara, claro. ¡Ufff!).

En fin, que la pregunta es así de sencilla: ¿ante el Santísimo expuesto en la custodia, hay que hacer genuflexión sencilla, o doble como se acostumbraba?

Para responder debemos hacer nuestra habitual excursión al libro litúrgico competente. Con­sultamos el Ritual del culto a la eucaristía fuera de la misa, y muy amablemente nos indica en el número 97 lo que sigue:

          «Al acabar la adoración el sacerdote o diácono se acerca al altar,
            hace genuflexión sencilla, y se arrodi­lla a continuación,
           y se canta un himno u otro canto eucarístico.
           Mientras tanto el ministro arrodillado inciensa al Santísimo Sacramento,
           cuando la exposi­ción tenga lugar con la custo­dia».

El texto está describiendo, como ya habrás deducido, avis­pado lector, el momento previo a la bendición con la custodia o copón. Lo hemos citado, porque aquí hace una referencia precisa a cómo debe ser la genuflexión ante el Santísimo expuesto a la adoración.

Pero si todavía no estás satisfe­cho, déjame que te cite otro docu­mento, que es ni más ni menos que el Ceremoniale Episcoporum (dicho así, en latín, suena más importante incluso). En el número 69 leemos: «La genu­flexión -que se hace sólo con la rodilla derecha, doblándola hasta el suelo- significa adoración, y por esta razón se reserva al San­tísimo Sacramento, sea que esté expuesto, sea que esté reservado en el sagrario; también a la Santa Cruz desde la solemne adoración dentro de la Acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor, hasta el principio de la Vigilia pascual».

Bueno, ¿qué? ¿comprendido? La genuflexión doble no existe ahora en nuestro rito romano. Los textos litúrgicos lo dejan bien claro; claro como el agua.



                            Te esperamos como lector asiduo del próximo Flash.
                                                       ¡No te lo pierdas!

jueves, 31 de mayo de 2012

USANDO EL INCENSARIO.

FLASH LITÚRGICO QUINCENAL.

USANDO EL INCENSARIO.


Ante tan repetida pregunta… aclaremos el asunto de una vez. Este fotógrafo de la realidad litúrgica que escribe no quiere agotar el tema en este sencillo flash, pero sí dejar claro lo que es elemental.
Llamamos turífero al que lleva el incensario: (del latín turifer; de tus,turis (incienso) y -fer (portador), de ferre (llevar); y llamamos turíbulo al pequeño incensario que generalmente usamos en nuestra liturgia.
El rito de incensación expresa ya desde la Biblia reverencia y oración. La materia que se coloca en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.
En cuanto a la forma de incensar, bebamos sana doctrina de las mismas fuentes que son la IGMR en el numeral 277 y el Ceremoniale Episcoporum (84-98) que nos dirán, palabras más, palabras menos:

“El sacerdote, cuando pone incienso en el turíbulo, lo bendice con el signo de cruz sin decir nada.

Antes y después de la incensación se hace inclinación profunda a la persona o al objeto que se inciensa, exceptuados el altar y las ofrendas para el sacrificio de la Misa.

Con tres movimientos dobles se inciensan el Santísimo Sacramento, las reliquias de la santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas para pública veneración, las ofrendas para el sacrificio de la Misa, la cruz del altar, el Evangeliario, el cirio pascual, el sacerdote y el pueblo.

Con dos movimientos dobles se inciensan las reliquias y las imágenes de los Santos expuestas para pública veneración, y únicamente al inicio de la celebración, después de la incensación del altar.

El sacerdote inciensa las ofrendas con tres movimientos del turíbulo, antes de la incensación de la cruz y del altar, o trazando con el incensario el signo de la cruz sobre los dones”.

Además de esto, diremos que en la Misa se puede incensar durante la procesión de entrada; al comienzo de la Misa para incensar primero a la cruz si está sobre el altar y si no lo está cuando pase ante ella, después al altar; en la procesión y proclamación del Evangelio al Evangeliario; en la preparación de los dones, que se inciensan las ofrendas, el altar, la Cruz, al Obispo o presbítero, a los concelebrantes y al pueblo. También se inciensa, de rodillas, en el momento de mostrar la hostia y el cáliz, después de la consagración. En la bendición con el Santísimo Sacramento se le inciensa durante el momento mismo de la bendición, colocándose el turiferario ante el altar de rodillas como en la consagración. Las imágenes se inciensan sólo al comienzo de la celebración, no en la preparación de los dones.

                       ¡No te pierdas el próximo flash… es una nota!

martes, 15 de mayo de 2012

¡…Y SEGUIMOS “ESCULCANDO” EL SAGRARIO!

FLASH LITÚRGICO QUINCENAL.
¡…Y SEGUIMOS “ESCULCANDO” EL SAGRARIO!



Los que ya tenemos algunas canas en la cabeza, recordamos, quizá con una pizca de nostalgia, el método de enseñanza del Catecismo de la Iglesia de manera memorística. La catequista preguntaba y uno respondía con precisión de reloj suizo con puntos y comas a cada uno de los artículos del Padre Astete.

Pues ahora les invito, amigos lectores, a volver a antaño con este flash para un tema muy moderno  y a la luz de insistentes y recientes peticiones de la “Institutio Generalis” y de la instrucción Redemptionis Sacramentum, preguntaremos y responderemos juiciosos al unísono.
 
1. ¿Debe distribuirse la Sagrada Comunión regularmente sacándola del Sagrario?

No.  La Instrucción General del Misal Romano (IGMR) explica que “lo que más se desea es que los  fieles, justo como el mismo sacerdote va a hacer, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en la misma Misa, y que cuando se permita compartan del cáliz, de modo que, hasta por medio de los signos, la Comunión se destaque más claramente como una participación en el sacrificio que en realidad se está celebrando”.

2. ¿Cómo se expresa más claramente la participación de los fieles mediante la recepción de las hostias consagradas en la misma Misa?

Esta participación se manifiesta en las dos grandes procesiones de los fieles en la Misa. Primero, en la presentación de las ofrendas, los fieles presentan el pan y el vino para el sacrificio. Junto con la ofrenda de su propia vida.  El mismísimo pan y vino que han ofrecido son consagrado mediante la acción del Sacerdote y devueltos a ellos como el Cuerpo y la Sangre de su Señor, cuando se acercan en procesión para recibir la Sagrada Comunión.

3. ¿Cuál es el principal propósito de reservar hostias consagradas en el Tabernáculo?

“El fin primero y primordial de la reserva de la Eucaristía fuera de la Misa es la administración del Viático; los fines secundarios son la distribución de la comunión y la adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramento” (Ritual SCCFE 5).

4. ¿De una manera práctica,  cómo se puede alcanzar esta meta?

Los sacerdotes que han implementado ya esta nota,  aconsejan que el primer paso es convencer a otros que siempre es posible que los fieles reciban hostias consagradas en la misma Misa.  Además, el entrenamiento de los seminaristas, sacristanes, ministros y demás fieles que han de ser formados llegarán generalmente a determinar cuán grande es la asamblea y los que de ellos participan de la comunión.  Padrecitos, no se piden imposibles, sólo un poco de lógica y obediencia con lo aquí expuesto.

                                    ¡No te pierdas el próximo flash… es una nota!

martes, 1 de mayo de 2012

¿PELIGRA EL CULTO A “LA VIRGENCITA”?


                                           FLASH LITÚRGICO QUINCENAL
¿PELIGRA EL CULTO A “LA VIRGENCITA”?



Este fotógrafo de la realidad litúrgica que escribe los Flash, sintió gustito cuando uno de sus alumnos del Seminario lo abordó para reclamarle por la ausencia de la Virgen María en estas notas quincenales. Eso quiere decir: que hay quienes se interesan por lo integral de los flash, que hay quienes piden hilo como las cometas que tienden a tomar altura, que hay quienes notan que al hablar de la Opus del Hijo, no se puede olvidar a la Madre.

Tomando atenta nota, qué mejor ambiente que este mes de Mayo para responder al justo reclamo dedicando estas líneas para hablar de la devoción mariana y ratificar con un rotundo NO a la pregunta de encabezamiento.

El culto a la “Virgencita” María NO peligra, pues está garantizado en la Iglesia por varios frentes: La Sagrada Escritura, la tradición, el magisterio de siempre y el más reciente, el cariño especial de nuestros pueblos y, en especial,  por la misma liturgia. Veamos ésta última.

La Liturgia recuerda a María en LAS HORAS: tanto en laudes, vísperas o el Oficio. También recuerda diariamente a la Madre de Dios, concluyendo el las Completas, siempre con una antífona mariana de las que existen cinco formularios: Salve Regina; Bajo tu amparo nos acogemos; Madre del Redentor, en Adviento y Navidad; Regina caeli, laetare, alleluia (Reina del cielo, alégrate) en tiempo pascual y Salve, Reina de los Cielos, en Cuaresma. Un lugar ciertamente privilegiado en esta Liturgia de las Horas concluir cada día con el recuerdo a María.

La liturgia recuerda a María TODOS LOS DÍAS: en la Plegaria Eucarística , que es el centro de la celebración, en algunos de los numerosos prefacios marianos establecidos para las fiestas de la Virgen, en las intercesiones cuando la Iglesia hace memoria de los Santos. También se la recuerda en el Credo, cuando lo hay, (y nació de santa María Virgen) y en el acto penitencial (si se escoge la fórmula del Yo confieso en la frase "por eso ruego a santa María, siempre Virgen").

La liturgia recuerda a María TODAS LAS SEMANAS: en la memoria libre de Santa María en Sábado, día en el cual se pueden decir una de las misas de santa María Virgen. Desde la Edad Media se ha considerado el sábado como día dedicado a la Virgen (en las liturgias orientales es el miércoles). El fundamento de tal elección hay que buscarlo en la tradición, que considera que el sábado, día en que Jesús permanece muerto, es el día en que la Fe y la Esperanza de la Iglesia estuvieron puestas en María  presidiendo el Colegio Apostólico.

Ahora en EL MES de mayo: tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido un recuerdo especialmente ligado a la memoria de María, nacido de elementos de la piedad popular. Al coincidir con el tiempo pascual hay que saber conjugar la presencia de María con la Cristo, ya que María es en definitiva el fruto más espléndido de la Pascua que nos trae Jesús.  

La liturgia recuerda a María EN EL AÑO litúrgico: nos dice la SC 103: “En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la BIENAVENTURADA MADRE DE DIOS, la Virgen María , unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo” El Adviento es un tiempo especialmente mariano: se celebra la solemnidad de la Inmaculada, en tiempos de Navidad la solemnidad de María, Madre de Dios. La última semana del Adviento es toda una eclosión de María. Sin embargo, en Semana Santa la presencia de la Virgen al pie de la cruz se hace patente (he ahí a tu hijo... he ahí a tu madre), así como en Pentecostés cuando los Apóstoles, presididos por la Virgen, reciben el Espíritu Santo.

                                                                            Espera el próximo flash… ¡es una nota!.