FLASH LITÚRGICO QUINCENAL.
Por
este tiempo de los anhelados “exámenes de misa” como le llaman los alumnos del
último grado seminarístico, o de arduo estudio de los diversos rituales para
los alumnos de tercer año del teologado; es bueno repetir el título para toda
la comunidad. ¡Cuántos colorados en esos textos!, esperemos que no estén en las
calificaciones de los exámenes finales.
Nos
referimos pues a “las rúbricas”, o recomendaciones que los libros litúrgicos
ponen en letra roja, en contraposición a lo
que está en letra negra, que son los textos a proclamar. (Las hemos llamado en
clase coloquialmente “négridas”).
No
tratamos en este flash de fomentar un nuevo “rubricismo”, con un cuidado
angustioso para respetar hasta los mínimos detalles de esta letra roja. Pero sí
de aceptar lo que en ellas hay de invitación a una actitud exterior e interior,
a un talante celebrativo que toca sobre todo al que preside la celebración.
Así,
cuando el Misal, en letra roja, le dice al sacerdote que en la aspersión
dominical, al inicio de la Misa, primero “se rocía a sí mismo”, le está
diciendo que él es el primero que debe recordar que es bautizado y a la vez
necesitado de purificación. Luego ya hará el gesto para con los demás
Esta
“letra colorada” le
señala al sacerdote con qué voz –clara y alta- debe decir las oraciones
presidenciales, porque las dice en nombre de toda la comunidad. También que
otras las debe decir “en secreto” (no dice que en voz baja, tan difícil ahora
con potentes micrófonos) porque las dice en nombre sólo personal.
Nos recuerda además el P. José Aldazábal que tan inconveniente sería una esclavitud escrupulosa a la letra roja como su
descuido. Porque no está pensada para frenar y poner cortapisas al celebrante,
sino al contrario: para irle indicando cuáles son las actitudes que mejor le
ayudarán a él –y a los demás- a celebrar mejor.
No
te pierdas el próximo flash…¡es una nota!
1 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo. Uno constata con tristeza como, muchas veces, se pasa por alto lo que en rojo está escrito y esto genera grandes confusiones y deterioros en la parte litúrgica, sobre todo en lo que toca a las cuestiones esenciales. "No es caer por lo mismo en un mero rubricismo", pero tampoco puede ser la excusa para hacer lo que se nos antoje con las celebraciones y los actos litúrgicos. Siendo honestos con la liturgia, debemos reconocer que lo escrito en rojo no se debe convertir en un enemigo, sino en una ayuda para hacer nuestras liturgias significativas y agradables.
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