SALIR CON LA MISA A CUESTAS

RECORDANDO UN FLASH MARIANO

¿PELIGRA EL CULTO A LA VIRGENCITA?

LITURGIA DEL DÍA

Lecturas diarias

miércoles, 12 de septiembre de 2012

PARROQUIAS CON UN COMITÉ QUE PRESIDE.


FLASH LITÚRGICO QUINCENAL
¿TENEMOS EN LAS CELEBRACIONES UN COMITÉ PRESIDENCIAL?



Hace no muchos días visitando una parroquia “moderna” de nuestra querida diócesis me encontré que la distribución del mobiliario del presbiterio estaba pensado para una misa tridentina de hace 80 años… (con todo respeto) pero siempre me dio la impresión de que las notas del Concilio Vaticano II no han entrado aún a estos sitios remodelados por sacerdotes nuevos pero de la vieja guardia con respecto a la Sede presidencial.

Me explico. Los asientos de antes del Vaticano II eran una concesión a la debilidad humana. Un triple sentadero-descansadero para el sacerdote, el diácono y el subdiácono u otros dos servidores acólitos mientras pasaba el canto del Gloria o del Credo o mientras se escuchaba al predicador traído para las fiestas mayores.  Así las cosas, la Sede no era un lugar para la acción litúrgica pues ésta sucedía casi toda en el Altar.

Pero sucedió que el Misal de Pablo VI volvió a establecer la sede presidencial como lugar desde el que normalmente el sacerdote que preside dirige ciertas partes de la celebración. Palabras más, palabras menos: se rescató el carácter simbólico de la sede y el papel del sacerdote que la usa. Por ello hay que poner cuidado para que no se oscurezca inadvertidamente el alto poder de este símbolo litúrgico.

Para que no nos equivoquemos, vamos a la Tertia Editio de la Institutio Generalis que dice: “El asiento del diácono se sitúa cerca de la sede del celebrante” (310). Pero cuando se refiere a los acólitos y otros ayudantes, dice que sus asientos deben estar en el presbiterio, (188) y ser distintos de los del clero, y “desde los que puedan ejercer fácilmente su ministerio (189.310). Orientaciones parecidas encontraremos en el Ceremonial de los Obispos.

Por lo tanto, teniendo en cuenta el carácter simbólico y pedagógico de la Sacra liturgia hemos de resaltar con la distribución de muebles que: Sólo hay un presidente de la comunidad, que ayuda a estar guiando su oración; además que es asistido por el diácono y que por la función coordinada que tienen estas dos personas, se sientan apropiadamente en asientos especiales y visibles a todos.

En lo que respecta a otras personas (acólitos, lectores, ministros de la comunión, y mucho más aún…los monaguillos) se sigue que estos otros ministros deberían tener sus asientos aparte de la sede presidencial, de modo que puedan moverse con facilidad y discreción para realizar sus varios ministerios en torno a la sede, el ambón o el altar.

Así las cosas, me estarás preguntando, apreciado lector, por el puesto de los padres concelebrantes. Pues bien, aunque los antiguos documentos sugerían que éstos se sentaban rodeando al obispo presidente, hoy en día esta disposición podría dar una imagen confusa al pueblo de Dios puesto que cuando los concelebrantes tienen sus asientos en una sola línea, todos mirando a la comunidad y llevan las mismas vestiduras sagradas, uno recibe la imagen de un comité que guía la celebración más que la presidencia de uno solo acompañado por otros sacerdotes.  He ahí la importancia de una sede destacada y bien entendida por los padrecitos “remodeladores de templos” ó “distribuidores de los ministros”


                                                                                  No te pierdas el próximo flash…¡es una nota!

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿PUEDEN LOS LAICOS PRESIDIR ALGUNA BENDICIÓN?



¿PUEDEN LOS LAICOS PRESIDIR ALGUNA BENDICIÓN? 



Es una larga tradición que todos los cristianos puedan -y según cuándo, deban- pronunciar bendiciones: oraciones de alabanza y acción de gracias a Dios por los beneficios recibidos o plegarias pidiendo la ayuda especial de Dios por otra persona. A veces olvidamos que la oración de acción de gracias antes de las comidas es una verdadera bendición a Dios y, por tanto, bendición de los dones de alimento que él nos da, sea un obispo o un niño quien pronuncia esa oración.

La tradición sugiere también que, como regla, cuando los que dirigen la oración comunitaria están presentes —obispos, presbíteros o diáconos—, el oficio de presidir determinadas bendiciones les debe ser asignado a ellos (cf. Bendicional 18). Esta norma no contradice la posibilidad de que un laico pueda dirigir la celebración de una bendición, pero sugiere una cierta jerarquía en la elección del que preside cuando la comunidad se reúne para la oración.

La SC menciona específicamente la posibilidad de que un laico pueda ser autorizado a presidir las bendiciones y otros sacramentales (cf. SC 79). Uno de los primeros Rituales renovados en incorporar una plegaria de bendición dicha por un laico es el del Bautismo de párvulos: cuando un catequista bendice el agua si tiene que presidir el bautizo de un niño.

Muchos de los ritos que hay en el Bendicional mencionan específicamente la posibilidad de que los dirijan personas laicas, por ejemplo cuando se bendice a los hijos. La introducción dice: “También otros laicos, hombres y mujeres, por la eficacia del sacerdocio común, del que se han hecho partícipes por el Bautismo y la Confirmación, ya sea en virtud de su propio cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud de un ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una función peculiar en la Iglesia, como los religiosos o los catequistas en algunos lugares -a juicio del Ordinario del lugar, cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en el ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas bendiciones, con el rito y las fórmulas previstos para ellos, según se indica en cada una de las bendiciones” (n. 18).

El que personas laicas puedan dirigir la oración y las bendiciones es una antigua tradición que se había medio olvidado en los siglos recientes por un exagerado énfasis en el ministerio ordenado. El Bendicional y otros libros postconciliares nos ofrecen la oportunidad de catequizar a nuestras comunidades respecto a estas bendiciones, y sobre la conveniencia de que los padres bendigan a sus hijos, que los padrinos y catequistas bendigan a los catecúmenos o dirijan oraciones de bendición y dedicación en otras situaciones.

Esta reflexión sobre el ministro de una bendición debería conducirnos también a entender mejor el sentido que tienen las bendiciones. Las bendiciones nos pueden preparar para una más provechosa recepción, de los sacramentos. Por ejemplo, bendecir y dar gracias a Dios por nuestro pan de cada día nos puede preparar a celebrar mejor la Eucaristía. Orar para que Dios bendiga a alguna persona que está enferma nos puede preparar para celebrar mejor el sacramento de la Unción de los enfermos.

Demasiadas veces en el pasado los objetos bendecidos han adquirido una importancia “cuasi-mágica” como si poseyeran más importancia, por ejemplo, que la celebración de la misma Eucaristía. Las bendiciones nos deberían ayudar siempre a referirnos a Dios y al amor de Dios sobre las personas y sobre la creación material, y a usar las cosas de tal modo que nos ayuden a construir el reino de Dios.

                                                                                             

 Espera el Flash. ¡Es una nota!