FLASH LITÚRGICO QUINCENAL: PADRE… ¡ME TRAGUÉ UNA ESCOBA!
No mijo… NO lo escuché en
confesión sino que siguiendo las pautas del apreciado director del Instituto
Superior de Liturgia de Barcelona, el P. Jaume González Padros (JGP) y con lápiz y tijeras en mano ante su
nota en la Revista Liturgia y Espiritualidad, presento este flash a manera de reflexión para
los cristianos celebrantes que antes de salir de casa, se tragan el palo de la
escoba, para estar en misa más tiesos que tal escoba.
A esos tales, les invitamos a que dejen
más suelto su cuerpo y verán cómo, sin darse ni cuenta, empezarán a alabar a
Dios, a orar, y harán experiencia más completa de la celebración litúrgica. No
piensen que hacemos defensa del "muévase pues" en las celebraciones, solamente, ni más ni menos, queremos comunicar lo que los
libros litúrgicos de nuestra Sacra Liturgia romana nos enseñan.
Porque en misa, como en los otros
actos litúrgicos, también el cuerpo ora: levantarse, sentarse, arrodillarse,
caminar, inclinarse profundamente, inclinar la cabeza, levantar la mirada,
alzar los brazos, imponer las manos, entre otros gestos, tienen su importancia.
Sin toda esta liturgia del gesto, la ritualidad desaparece, y se desactiva su valiosa
espiritualidad hacia el individuo y la comunidad.
Nos
dice la Institutio Generalis del misal (2002) en el numeral 42: “El gesto y la postura corporal, tanto del
sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben contribuir a
que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble sencillez, de manera
que pueda percibirse el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y
se favorezca la participación de todos”. O sea que, sin la implicación del
cuerpo, la acción litúrgica se presenta, ante los participantes, como
disminuida, y no resplandece su verdadero y pleno significado.
Por otra parte, si estamos
pendientes de inclinar la cabeza cuando aparecen citadas juntas las tres
personas divinas, los nombres de Jesús, María, o del santo en su fiesta (IGMR
275), si los ministros inclinamos el cuerpo en los demás momentos señalados, si
nos arrodillamos en la consagración, o hacemos una profunda y adorante
inclinación en el caso que no podamos arrodillarnos (43), si dejamos, pues, que
ore nuestro cuerpo, estaremos en una tensión bellísima durante la celebración,
donde cada gesto, cada palabra, serán preciosos, como lo son los de aquellos
que se aman.
Si dejamos que ore también
nuestro cuerpo, el demonio de la rutina lo tendrá más difícil para
despistarnos y llevarnos, in mente et in corde, lejos del
santuario (léase para nosotros “lejos del seminario”) la situación será
evidentemente muy distinta a ir a misa con la escoba adentro.
Conviene, pues, a todos, clérigos
y laicos, dar un repasito a los números 42-44 y 273-277 de la Institutio
del misal. ¡Como mínimo!. Leer estos
textos y poner por obra lo que dicen hará posible y real la invitación del
sacerdote al entrar en la gran plegaria: “levantemos el corazón” (“sursum corda”). Entonces sí que la
oración será oración. O, ¿es que aún no te lo crees?
No te pierdas el próximo
flash …¡es una nota!