SALIR CON LA MISA A CUESTAS

RECORDANDO UN FLASH MARIANO

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LITURGIA DEL DÍA

Lecturas diarias

domingo, 29 de julio de 2012

¿DEJAR AL SACERDOTE CON LA PALABRA EN LA BOCA?


FLASH LITURGICO QUINCENAL.

¿Dejar al sacerdote con la palabra en la boca?




Este fotógrafo de la realidad quien gusta de elaborar estos flash, ha observado, no pocas veces, que el ministro que sostiene el libro ante el sacerdote durante la acción litúrgica se retira sin esperar que éste acabe la oración, es decir, justo cuando empieza la conclusión Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo..., cosa que significa, ni más ni menos, que el acólito en cuestión se retira, dejando al sacerdote con la pala­bra en la boca.

A veces, la misma actitud del sacerdote alienta esta decisión, ya que al empezar la citada conclusión, como ya la sabe de memoria, aparta los ojos del libro (¡craso error!), lo cual es inter­pretado por el ministro como una invitación a marcharse con la música (léase misal o ritual) a otra parte.

¿Es correcta esta forma de pro­ceder? No. El ministro del libro no debe nunca retirarse antes de que el sacerdote haya acabado totalmente; es decir, se marchará a su lugar después que el obispo o el presbítero hayan pronunciado toda la oración (que incluye su conclusión). Sólo entonces, al escuchar el amén de la asamblea, podrá retirarse.

No es elegante ni educado dejar a alguien con la palabra en la boca, y mucho menos si este "alguien" es quien preside in persona Christi capitis la sagrada liturgia. ¡Vamos, digo yo! Pues esta normatividad no aparece en ningún reglamentario… pero a veces el sentido común de seminaristas interesados en la liturgia aparece como regla.

Ah… estoy cumpliendo en que estos “flash” sean más cortos.
                                                  
                                                       (Con aporte del apreciado P. Jaume González, actual director del ISLB)
                                          
No te pierdas el próximo flash… ¡Es una nota! para mediados de Agosto. 

miércoles, 4 de julio de 2012

¿UN MINISTRO PARA LAS HOJAS DEL MISAL?


FLASH  LITURGICO QUINCENAL

¿Un ministro para las hojas del misal?




No es difícil observar, especial­mente   en   liturgias   presididas por un obispo, que un minis­tro         -suele ser un diácono- se acerque al  altar para llevar a término la dificilísima misión de pasar página del  misal.  Es decir,  algo  que  debería  pasar inadvertido,   ya   que  no   tiene contenido     sacramental     nin­guno,   sino   sólo   práctico,   se convierte en un momento casi solemne:  el  diácono  en  cues­tión, ojo avizor, está atento a la línea que la pupila episcopal va leyendo, para acercarse ni antes ni después, y poder así, en pun­tual gesto, introducir su alar­gado brazo hasta tocar el misal y    habitualmente apartando al «concelebrante-chicle» (dícese del que está pegado como tal al presidente) con un suave y fraterno empujoncito-, cumplir la ímproba misión de girar la hoja del misal.



Así pues, quien participa en la misa, tiene motivos de distrac­ción bien definidos en todo este movimiento, el cual se repite tantas veces como sea necesa­rio. Y el fiel que ve todo esto se pregunta ingenuamente: ¿tendrá artrosis aguda en los dedos el señor obispo o este padrecito que le impida dar la vuelta a una hoja de papel? O sea que la preocupación por la salud del prelado surge inmediata ante esta escena. Y decimos prelado, pero a veces no hace falta serlo para que se pueda observar lo descrito, sino simple presbítero, aún el formador de seminario.



Pero, ¿qué dicen al respecto los libros litúrgicos? Pues bien poca cosa, como es normal, tratándose de algo tan nimio. En la Institutio del misal leemos esta breve indicación en el n. 179: «Durante la Plegaria eucarística, el diácono está en pie junto al sacerdote, un poco retirado detrás de él, para ayudar cuando haga falta en el cáliz o en el misal». Algo parecido leemos en el n. 215, en el apar­tado de la misa concelebrada: «El diácono desempeña su oficio cerca del altar en los momentos de ayudar, si es necesario, con el cáliz y el misal». En este mismo sentido se había expresado ya el Ceremonial de los Obispos, en el n. 153.



O sea que, los textos citados nos hablan de un diácono que está junto al sacerdote -sea obispo o no- para ayudar cuando haga falta, o también, si es necesario, en el cáliz o en el misal. Se trata, pues, de servir cuando realmente se precise. Y por lo que respecta al misal, este momento necesa­rio puede ser cuando haya que encontrar un texto específico, que es posible que el presidente en ese momento no tenga loca­lizado (aunque también tiene tela que un obispo o un presbí­tero no sepan manejar con soltura el misal), pero realmente no parece que la Institutio se refiera al simple pasar hoja como una ayuda necesaria.



Alguno podrá objetar que, haciéndolo así, se evita que el sacerdote tenga que bajar los brazos en la oración, a lo que respondemos que la naturali­dad del rito litúrgico incluye también estos gestos necesarios, y que bajar los brazos alguna vez es, incluso, un alivio para el orante, y no supone más inte­rrupción que el movimiento de una persona al lado del sacer­dote pasando páginas.



Mensaje, pues, para los solíci­tos diáconos de nuestra comunidad y los celosos "cere­monieros" de turno: ninguna rúbrica obliga a pasar las hojas, sino que puede hacerlo tranquilamente quien tiene el misal delante y está presidiendo; es lo más normal del mundo.



¡Que un presbiterio no es el salón de té de la tarde en casa de una distinguida señora sonsoneña!.